En ocasiones, un recuerdo te golpea de repente. Sin que llegues a saber de dónde sale o qué lo invoca, te viene a la cabeza una imagen. Y hoy me ha venido él.
Era grande, fuerte, cabezón y con una paciencia casi infinita. Ese casi exceptuaba a una persona. Con Lía su paciencia era directamente infinita. No he visto mayor devoción que la que él sentía por ella. Y a María y a mí nos adoraba, pero cuando andaba Lía de por medio, su mirada dulce, ambarina, la seguía allá donde ella iba.
Ella le correspondía. El primer "nombre" que pronunció, fue el de él. Se quedaba dormida tumbada sobre él, y veías ese enorme corpachón absolutamente inmóvil, con miedo a despertarla. Le arañaba, le retorcía las orejas, se las mordía... y él se limitaba a poner cara de paciencia y sonreír.
Hace unos días, mientras Lía preparaba su carta a los Reyes/Papá Noel, escribió la siguiente frase en esa carta.
"Quiero un peluche de Argos.
Por favor, esto es muy importante. El que tengo se está rompiendo y no quiero olvidarle nunca."
Argos murió hace ya casi 7 años. Ella sólo tenía tres entonces. Pero no le ha olvidado. Y conociéndolo a él, si existe algo más allá de de esa puerta que todos cruzamos algún día, hay un rottweiler de 50 kilos, con una mirada dulce y una sonrisa llena de dientes, esperándola tumbado con la cabeza entre las patas, con esa infinita paciencia suya...
Nota: De momento no he conseguido encontrar ese peluche. Sigo buscando... pero juro que voy a encontrarlo.
Nota posterior: Peluche encontrado justo a tiempo para Reyes. Me siento un poquito más feliz al recordar la cara de Lía al abrir ese paquete...
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on viernes, enero 02, 2009
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